miércoles, 19 de octubre de 2011

1º Relato Corto - La niña más rara


Este primer relato me gustaría dedicárselo a todas las luchadoras que formamos NOSOTRAS



La niña más rara
por Cristina López Schlinchting







Es la niña más rara que he conocido. Y estoy enamorado de ella. Especialmente desde que empezó a vestirse sola. Lo noté el día de la fiesta, cuando la monja le llamó la atención: “Milagros, que llevas un calcetín de cada color”. “Lo siento hermana, me visto sola para ayudar a mamá”. Y la bigotes se calló. La llamamos la bigotes porque tiene el mostacho de un gato (supongo que las monjas no se depilan porque Dios, que es su marido, las quiere de todas las maneras). La cuestión es que la bigotes no se calla ni debajo del agua y a nadie se le ocurre contestar, porque te llevas un grito de muerte. Pues ese día se calló y le pareció bien que Milagros llevase los calcetines equivocados, y yo me di cuenta de que pasaba algo raro.
Al salir, me fijé en la madre de Milagros y claro que pasaba algo, porque llevaba turbante y ella no es como la madre de Abdul. La madre había cambiado y la hija también. Y yo empecé a quedarme con las camisetas de colores, siempre distintas de los pantalones, y en que Milagros a veces se olvidaba el jersey y se ponía directamente el abrigo sobre la camisa.

El pelo también lo llevaba muy gracioso. Se cogía la coleta sola, así que la llevaba torcida, y una vez apareció con el flequillo trasquilado y dijo que había probado un nuevo corte de pelo que le ahorrase ponerse horquillas. Felipe, que todavía no sabe lo que es el amor, le dijo que como siguiese así se iba a quedar calva y nunca más le saldría el pelo, pero Milagros ni se inmutó. —El pelo de las chicas no se cae para siempre —dijo riéndose—, te puedes quedar calva como una pelota de ping pong y después te vuelve a salir. A veces tarda un poco, pero vuelve a salir. Yo no entendí lo que decía y Felipe me miró como diciendo “se le ha ido la olla a tu novia”.

Milagros no es mi novia todavía. Me gustaría, pero es dura de pelar. No le asustan ni los maestros. Lo más gordo que ha dicho Milagros se lo soltó al de Ciencias Naturales, que estaba intentando explicar que las personas envejecen.
—¿A que no sabéis —preguntó— cuál es el animal que primero anda a cuatro patas, luego a dos y finalmente a tres?
Como nadie lo adivinaba, el profe explicó que era el hombre, y añadió que ningún animal era capaz de adaptarse al medio de semejante manera, cambiando el número de extremidades.
—La mujer no sólo lo hace con las patas —suelta Milagros.
—¿Qué quieres decir? —le pregunta don Ramón.
—Pues que mi madre tuvo primero dos pechos, luego uno, después ninguno y ahora vuelve a tener los dos.
Nadie se rió. Hasta Felipe se quedó con la boca abierta, y don Ramón le dijo a Milagros que eso eran maravillas de la ciencia.

Luego, en el patio, Milagros nos explicó a Felipe y a mí que su mamá se estaba curando del cáncer. Primero supo que tenía un pecho malito porque le salió un bultito-semáforo. Para acabar con la enfermedad le quitaron el pecho, pero luego resultó que también el otro estaba malito, así que se lo quitaron también.
—El médico de mi madre es muy listo —dijo Milagros orgullosa— y le dejó un globito debajo de la piel y lo fue rellenando, y así a mi madre le han vuelto a salir dos pechos preciosos, fijaos cuando venga.

Por la tarde nos fijamos en la mamá de Milagros y a los dos nos gustaron mucho sus pechos. Eran redondos y nos gustó saber que los estrenaba. Por cierto, que era verdad que la madre volvía a tener un pelo muy bonito y ya no necesitaba turbante. Cuando las dos se alejaban, cogidas de la mano, me fijé en la coleta torcida de mi amiga y en sus calcetines de dos colores y pensé que, si de mayor se convertía en una mujer tan guapa como su mamá, me encantaría casarme con ella.

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