miércoles, 2 de noviembre de 2011

5º Relato Corto - A solas con el eco por Charo Izquierdo

Voy con un poco de retraso en las publicaciones, pero ya sabéis los puentes y fiestas de guardar son sagradas ;)

Aquí os dejo el relato de Charo Izquierdo para que empezemos esta mini semana con energía.


A solas con el eco

Mientras camino, recuerdo que el cielo estaba azul esa mañana, con ese azul que nunca sé si es intensidad o directamente insolencia con el día. Amanecía. El sol no acababa de brillar. Y ante mi admiración se ha visto visiblemente iluminado mientras yo miraba no sé a qué, ni buscando qué, ofuscada con la llamada de ayer, deseosa como estaba de que pasaran ya las horas y que se hubiera ocultado ya el sol y que yo estuviera brindando por mi suerte. Me recuerdo mirando al cielo y viendo cómo se iluminaba o más bien se incendiaba dos veces: dos aviones parecían dispuestos a chocar. Miraba ansiosa mascando la tragedia. Pero pasaron de largo, rojizos, dejando su estela, cruzándose, desviándose uno ligeramente hacia el norte y otro ligeramente hacia el sur. No, no chocaron. Recuerdo ahora mi fatídico pálpito, como si una voz me advirtiera que de no producirse una tragedia macro seguramente se produciría ese día la micro tragedia, la mía.
–Ya te imaginas por qué te llamamos anoche y por qué te hemos citado de un día para otro, y tan temprano–, me ha dicho el médico nada más entrar en su consulta, como si la urgencia fuera tal que no pudiera siquiera sentarme, y tuteándome, una novedad. –Los resultados de la biopsia no son buenos. Tu bulto de la mama izquierda es maligno, un carcinoma in situ, no muy avanzado, pero es un cáncer–.
Vuelvo a recordar la imagen de los aviones y me retumba el eco de la consulta. Acabo de cruzar el semáforo en rojo. Involuntariamente. No tengo intención de ponérselo tan fácil a la muerte.
No puedo llorar. Soy incapaz de pensar. Solo el eco... cer..., cer..., cer... Y por momentos me río de mí misma. Qué ironía. ¿Por qué no yo?, me he preguntado mil veces o mejor dicho todas las veces que, desde que hace cinco años cumplí 401, me he sometido a la tortura de la mamografía. Qué ironía. ¿Por qué yo?, ¿por qué yo?, ¿por qué yo?, es ahora mi mantra. No paro de repetírmelo mientras camino, bloqueada... Mira que lanzarme a andar del hospital a casa, y olvidarme de que había llegado en coche a la consulta, los nervios..., me parto de risa..., diez kilómetros... Mejor así.
Porque ahora me quiero comer el mundo. Y llevarme en el bocado esta delicatessen inoportuna de mi pecho. A por ellos que son pocos y cobardes, me animo mientras acelero el paso. Creo que estoy hablando sola. Y me asusto, también tendría gracia que con el cáncer llegara la locura. Intento pensar en otra cosa; trabajo baldío. Sigue el eco..., cer..., cer...
Me estalla la cabeza. Tengo que pensar en mí y en mi enfermedad y evitar por todos los medios que aparezca la noticia de “murió tras luchar contra una larga enfermedad”. NO PUEDO MORIR. No yo, doctor, doctores doctos. ¿No saben que tengo dos hijos? Vuelvo a hablar sola; más que hablar sola, he debido de gritar a tenor de las miradas de la gente. Me mira la gente. Pensarán que soy alcohólica, o drogadicta..., yo que siempre di lecciones de salud a diestra y siniestra.
Un nuevo eco, ños..., ños..., ños...¿Qué voy a hacer yo con mis niños? Cómo diablos (tranquila, no te lances, vuelve a empezar)..., cómo voy a explicarles que iré a un hospital y que saldré sin un pecho, que voy a estar débil y todo el día vomitando gracias a unas medicinas que harán que se me caiga el pelo, que no, que tal vez no podré acompañar a esquiar a Pablo ni estrechar entre mis brazos a mi pequeño Adrián, que aún se deja. Cómo voy a decirles que igual me muero..., no, esto no voy a decírselo.
No me voy a morir, chicos, no me voy a morir.
Qué absurdo es esto, mañana salimos de vacaciones. ¿Va-ca-cio-nes? Con qué cuerpo me voy yo de vacaciones... A ver qué cara me pone su padre cuando se entere de que en vez de un mes tiene que hacerse cargo de ellos dos meses...
Parezco una zombi. He dejado de dar largas zancadas. Me pesa ya el dolor que no duele, desgarrada solo de pensar que tengo que enfrentar esto con los niños. Se me vacía el estómago..., en la sensación física que reconozco de vértigo. Entraré aquí mismo, “una coca-cola, por favor..., me estoy mareando”... Reconozco los síntomas, primero ese agujero en el estómago, y luego el sudor frío y es extraña sensación de irte de donde estás, como si te murieras..., una palabra que no quiero ni nombrar, ni pensar... Y luego todo el cuerpo descompuesto. La Coca-cola surte efecto. Y, sin embargo, vomito, como si quisiera sacar fuera la angustia que me retuerce. Siento que me miran en el bar. Pensarán de todo... Si supieran lo poco que me importa lo que piensen. Me marcho. Ahora sí estoy llorando... Otra vez el eco, ños..., ños..., ños..., los niños..., qué mierda... (tranquila, vuelve a empezar), qué hago yo ahora con los niños..., que si muero morirán ellos también un poco.
Respira hondo. Para algo tienen que servirte tantas clases de yoga. Lleva tu respiración hasta el estómago, expándela por tu interior, retén y suelta el aire... Varias veces... No pares.
Me acuerdo de cómo le hacía esta respiración a Adrián aquellas noches en las que no podía dormir cuando su padre y yo nos separamos. “¿Me haces la respiración de yoga?”, me lo ha pedido tantas veces... Y yo repito y repito mientras lloro, cómo voy a respirar mientras lloro... “If you need me, call me..., no matter were you are...”, sin querer resuena en mí la canción de Quédate a mi lado. Con la cantidad de veces que vi es película con mis hijos, con la cantidad de veces que canté con ellos “If you need me, call me..., no matter were you are...”... Y me veo como Susan Sarandon, muriendo, mientras su padre quiere a otra, aunque ahí ya le llevo ventaja a la Sarandon, ya me dejaron hace un tiempo y no precisamente por una Julia Roberts.
No sé cómo lo he hecho, el caso es que estoy debajo de mi casa. Puedo ver incluso la ventana de Pablo abierta, imagino que algo sospecha, es suficientemente mayor como para imaginar que algo no va bien... ¿O es mi deseo? Mañana nos vamos de vacaciones. Iremos. Te esperas, te aguantas, te vas, y a la vuelta hablas con ellos... De nuevo, el vértigo... No voy a poder. Cómo voy a callarme la angustia. Y cómo voy a transmitirles el miedo...
No puede ser... Ese tipo se parece a Julio... ¿Ha venido a ver a los niños? Es, es Julio.
–He venido a ver a los niños. Creo que tienes que contarnos algo–.


1Las campañas de detección precoz de cáncer de mama se realizan a partir de los 45 o 50 años, en función de la comunidad

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