martes, 25 de octubre de 2011

4º Relato Corto - También es mi pecho por Marta Robles

Con unos días de retraso llega el 4º Relato, un relato que yo llamaría "El pecho o la vida", cuando me diagnosticaron el cáncer y me dijeron que había que operar para quitar el tumor lo primero que pensé fue en mi pecho. No quería perderlo y me aterraba la idea,  lo demás me daba igual. Tengo 32 años.  Recuerdo que bajo los efectos de la anestesia y ya en el quirófano no paraba de llamar a mi cirujano para asegurarme de que no me cortaran el pecho.  El cirujano también tuvo que devolverme a la realidad y decirme sin tapujos "El pecho o la vida".  Por suerte me hicieron cirugía conservadora y si tengo una cicatriz que me acompañara toda la vida, pero esa cicatriz ha dejado de tener tanta importancia. Ahora forma parte de mi y de mi historia y no la borraría.

Me gustaría conocer vuestra opinión, ¿qué grado de importancia tiene el resultado cosmético ante una sentencia de muerte?

Aquí os dejo el relato.

por Marta Robles

Cuando me entregaron el sobre blanco tamaño folio, con los resultados de los análisis1, no dudé ni un segundo en abrirlo. Siempre lo hacía, pese a las quejas de mis médicos, porque había aprendido a reconocer, aunque no fuera estrictamente, los valores que aparecían reflejados. Así que lo abrí. Y lo hice con la despreocupación de quien se encuentra perfectamente y no espera sorpresas. Comencé a revisar cifras y letras con la tranquilidad de quien lee la lista de la compra, hasta que llegué a “aquello”. “Aquello” no era normal. Es más, si me hubieran dicho que los análisis pertenecían a otra persona habría pensado, sin dudar, que se trataba de un cáncer. Pero eran míos. “¿Cáncer yo? Seguro que no...” deseché.
El resto fue todo tan rápido que no lo recuerdo con demasiada nitidez. Un bultito en el pecho, una biopsia y una conclusión veloz y tajante: Tenía cáncer de mama.
El médico me aseguró que no pasaba nada y que no era el fin del mundo, mientras volcaba cubos de estadísticas en la conversación. “Éste tanto por ciento de mujeres padece cáncer de mama cada año, y éste tanto por ciento lo supera… Lo importante es el diagnóstico precoz… Y del tanto por ciento que se diagnostica precozmente, se salva un tanto por ciento muy elevado…”.
Yo, que aún no me sentía un tanto por ciento, no le escuchaba. Sólo pensaba en mi pecho, en esa bolita de carne blanca coronada por un pezón rosado, que me había acompañado toda mi vida. La misma que descubrí por primera vez ante mi primer novio, en un coche minúsculo, y que él recorrió con su mano temblorosa… La que años más tarde condujo a la locura a mi marido beso a beso… La que cada uno de mis hijos había convertido en biberón y chupete… Apenas tenía treinta y cinco años, pero eran tan solo doce o catorce menos de los que había convivido con aquel pecho, que ahora me decían que llevaba escrita la muerte en su interior.
—Así de claro —me dijo el médico— o te lo quitamos o te mata2.
La misma tarde de la noticia, pocas horas después de saber que ese pecho dejaría de ser mío para siempre, me lo miré en el espejo. No era demasiado grande, pero tenía una bonita forma. “Caído para arriba, como los de las modelos” solía decir mi marido. Seguramente no era para tanto. Pero era mi pecho. Y allí, reflejado en esa luna, idéntico al otro, me parecía insustituible.
Me dijeron que la operación tenía que realizarse de inmediato. Y también, que salvo error, no cabría la posibilidad de que lo conservara. Ni el pezón siquiera.
—¿Tampoco el pezón? —pregunté con más temor a perderlo que a la misma muerte que acechaba desde sus adentros.
Tampoco el pezón. Lloré sola en el lavabo del hospital tras haber visto las prótesis y después de las bromas de siempre: “vamos, anímate, que te vamos a dejar un escote de actriz de Hollywood”.
No me dio tiempo a pensar más. Tenían que intervenirme sin dilación, y así lo hicieron. La operación salió bien. Me reconstruyeron el pecho casi al tiempo que me extirpaban ese monstruo que se había colado en el original . Luego vino la quimio, la radio… Según algunos el riesgo de colocarme un pecho nuevo durante el tratamiento era una estupidez… Según algunos que, naturalmente, o no tenían cáncer o no tenían pecho… El resto entendió que no quisiera pasar por el trance de un riesgo mortal con un agujero en el cuerpo. Soporté bien las naúseas y hasta quedarme sin cejas, sin pestañas y sin pelo, pero creo que si hubiera tenido que luchar contra el cáncer sin pecho, sencillamente, me habría muerto3.
Todo pasó hace ya tres años. Y ahora estoy embarazada. Tengo cicatrices en un pecho, sí. Pero estoy viva y ambos me parecen perfectos. Ahora sólo deseo que, igual que mi marido y compañero en este camino de superación, llena de piropos mi pecho nuevo, mi hijo, este pequeñín que llevo en la tripa, duerma sobre él, como antes hicieron sus hermanos con el antiguo. Será un milagro. El que constate que ya no tengo cáncer4 y que éste que me han colocado, y que a partir de ahora comenzará a acumular sus propios recuerdos, también es mi pecho.

1Respecto de las pruebas de diagnóstico precoz, la técnica utilizada y mundialmente aceptada es la mamografía, aunque existen otras pruebas de diagnóstico asociadas al cáncer de mama.
2Las posibilidades de curación de los cánceres de mama que se detectan en su etapa inicial (in situ) son prácticamente del 100%.
3El valor que cada mujer le da a su pecho puede variar significativamente de una a otra.
4Hasta pasados cinco años libres de enfermedad desde la finalización de los tratamientos no se puede hablar de supervivencia.





También es mi pecho

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