lunes, 3 de enero de 2011

A solas conmigo misma

Este blog existe mientras veo desfilar ante mis ojos las horas, los sentimientos y la gente. Cuando tomé consciencia de la vida que me rodeaba. Cuando empecé a observar lo ajeno y lo propio. Lo ajeno con mis ojos ávidos de vivencias, y lo propio con mirada ajena para profundizar en cada resquicio de mi inconsciencia.
Observarse a si mismo es quizás una de las tareas más difíciles que existen porque implica comprenderse... y quien se comprende se hace libre.


Yo estoy lejos de comprenderme, idas y venidas, decisiones atropelladas, pasiones y bajezas, pero cada día un poco más libre.


Os dejo una poesía de Ángela Becerra que refleja las luces y sombras de encontrarse con uno mismo.

¡Cómo me quiero!

Aprendí a quererme 
una tarde de golpe.
Cuando de un bofetón de vida
aterricé en mis pies.
Cuando por fin noté 
que desperté en laureles.

Esperaba encontrarme completa
encontrándome en otros.
Como si pies y manos me sobraran
porque no los usaba.
porque los caminaban 
y llevaban prestados
esos otros.  

Me miraba al espejo,
tan completa,
y si no me faltaba la rodilla,
me faltaba la risa,
o la costilla,
que se quedaba en la brisa
de algún desconocido,
o en la prisa.

Si pensaba en mi vida 
me ponía entre las ruinas
del amor que robó mi corazón,
y me entraba la total desazón
de saberme en el pecho,
con el consabido hueco
sin reparación.

Aprendí a quererme 
una tarde de huida
de aflicciones.
Cuando un trozo 
de mi ser corría.
dejándose el pellejo, 
porque no le quitaran
lo que más le dolía...
Sus dolores.

Me creí muerta
de cuerpo para arriba,
como si el alma me la hubieran quitado 
y arrancado de cuajo,
y deambulara perdida,
tan vacía,
mezclada en el barullo de la vida.

Aprendí a quererme 
en un viejo café
mientras tragaba a sorbos
mi dignidad recién batida.

Había pedido al camarero
mezclar mis esperanzas rotas,
con el zumo de una naranja amarga
y el tallo de un apio desabrido.
Una cucharada de aterrizar
la realidad, era fundamental,
para que el batido tuviera un punto
de verdad.

Después me supo amargo,
pero dulce.
Empecé a degustarme
las entrañas.
Me recordé cuando nací
tan nueva y virgen.

Tan sin preguntas,
sin futuros, ni caminos.
Tan fríos, sin amores, 
ni dolores.
Tan sin deberes, lesiones
ni desilusiones.

Y me volví a nacer
saltándome las reglas.
Me volví a descubrir lo que tenía.
Me volví a construir
entre las ruinas.
Encontré mis cimientos
y mis vigas.
Despejé el corazón
de los tormentos fríos.
Me descubrí los ojos de las vendas.

Y me empapé con luz de sus ventanas mía.
Me dejé de mirar por los que 
'más me amaban',
para empezar a verme 
y a quererme con mis ojos...

Para empezar a amarme 
con mis ojos.

1 comentario:

  1. ¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
    Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo.
    Que nadie establece normas salvo la vida.
    Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
    Que la forma no se pierde por abrirnos.
    Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
    Que no está prohibido amar.
    Que también se puede odiar.
    Que el odio y el amor son afectos.
    Que la agresión porque sí hiere mucho.
    Que las heridas se cierran.
    Que las puertas no deben cerrarse.
    Que la mayor puerta es el afecto.
    Que los afectos nos definen.
    Que definirse no es remar contra la corriente.
    Que no cuánto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja.
    Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
    Que negar palabras es abrir distancias.
    Que encontrarse es muy hermoso.
    Que el sexo forma parte de la vida.
    Que la vida parte del sexo.
    Que el porqué de los niños tiene un porqué.
    Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad.
    Que saber todo de todos es curiosidad malsana.
    Que nunca está de más agradecer.
    Que autodeterminación no es hacer las cosas solo.
    Que nadie quiere estar solo.
    Que para no estar solo hay que dar.
    Que para dar debimos recibir antes.
    Que para que nos den también hay que saber como pedir.
    Que saber pedir no es regalarse.
    Que regalarse en definitiva es no quererse.
    Que para que nos quieran debemos demostrar que somos.
    Que para que alguien sea hay que ayudarlo.
    Que ayudar es poder alentar y apoyar.
    Que adular no es ayudar.
    Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
    Que las cosas cara a cara son honestas.
    Que nadie es honesto porque no robe.
    Que cuándo no hay placer en las cosas no se está viviendo.
    Que para sentir la vida, no hay que olvidarse que existe la muerte.
    Que se puede estar muerto en vida.
    Que se siente con el cuerpo y la mente.
    Que con los oídos se escucha.
    Que cuesta ser sensible y no herirse.
    Que herirse no es desangrarse.
    Que para no ser heridos, levantamos muros.
    Que quién siembra muros, no recoge nada.
    Que casi todos somos albañiles de muros.
    Que sería mejor construir puentes
    Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.
    Que volver no implica retroceder.
    Que retroceder también puede ser avanzar.
    Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol.
    Benedetti

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